Al inicio de Ice Merchants sentí un poco de vértigo, la manera en la que está animada te hace considerar mucho las alturas. En las paredes de una montaña muy alta y nevada, tienen su hogar un padre y su hijo, el cual al inicio se mece en un columpio que peligrosamente da al abismo. La manera en la que João Gonzalez juega con la perspectiva contribuye a esta sensación de aislamiento y altura. En una entrevista para la revista Encuadres, el director menciona que su corto habla acerca de la soledad y las rutinas. João Gonzalez dice que no le molesta la soledad, en la entrevista a The New Yorker expresa que la encuentra muy tranquilizante. El padre y el hijo se aventuran todos los días al pueblo de abajo a vender hielos (la noche antes congelado en una caja de madera) y lo hacen en paracaídas. Cada día, también, pierden el gorro que se ponen al caer.
Hablar así de la rutina hace pensar en cómo lleva cada persona su día a día. Cómo es que lo que hacemos para trabajar, o con las personas con las que vivimos, termina componiendo nuestra vida. ¿Qué significa estar presente constantemente en la vida de alguien? Normalmente de manera orgánica se genera una rutina en conjunto con esa persona o personas. Y esa rutina se entrecruza con las rutinas de las otras personas. El perder a alguien pega en la rutina y cotidianidad. También podemos perder lo que nos permite la rutina, y vernos obligados a comenzar de nuevo, como sucede en el corto. Estamos hechos de estas rutinas y momentos repetitivos. Para mi, es un recordatorio de hacer las cosas que necesitamos hacer y tratar de disfrutarlas.
La otra parte que me resalta mucho es la valentía del padre y el hijo. El padre permite que su hijo se columpie, y lo trae con él a trabajar. Me hace pensar en la sensación de protección que sienten algunos padres, pero aún así animan a sus hijos a descubrir qué es vivir, y los impulsan a aventurarse a ello.
En cuanto al final, me quedo pensando en la montaña de gorritos. ¿Cuáles son nuestros gorritos? ¿Qué trazo dejamos luego de nuestros comportamientos repetitivos de todos los días? ¿A quién le quedan nuestras manías? ¿De quién tomamos las suyas? Me gusta esta idea de que terminamos imitando a la gente con la que pasamos tiempo en aquello que nos parece útil, y nuestra rutina se convierte en la rutina de otro.
La animación está preciosa, con una paleta de colores limitada que ayuda también a contar la historia. El amarillo nos habla de alguien que ya no está y hace falta. Dice el director que empieza sus ideas con una imagen, y a partir de ahí va desarrollando la historia. Sorprende también que él mismo haya hecho la música que le añade aún más a la sensación de añoranza de la historia.
Me parece que vale la pena ver este corto de catorce minutos.